54 días
Han pasado 54 días desde que tomé el avión Buenos Aires – Bogotá. Han sido días reveladores. Definitivamente cada momento de nuestra existencia es un desafío tras otro, una alegría tras otra. Una nostalgia de algo que se vivió y por qué no? la nostalgia de saber que este momento también pasará. He atravesado diversas sensaciones. Choque cultural Oh Sí! Resulta que estoy mas argentinizada de lo que jamás pensé, resulta que extraño La Ciudad De La Furia mucho más de lo que creí que me haría falta. Tal vez necesitaba mirar de lejos sus bondades, pero sí, la extraño. Y Bogotá? Bogotá va enamorándome, voy entendiendo su ritmo, sus costumbres, ya ando más cómoda en mi bicicleta, ya conozco las calles de mi nuevo barrio y por supuesto todos mis vecinos, gracias a Caribe, ya me conocen, quizás no saben cómo me llamo, pero soy la chica nueva – la del gato negro – con acento extraño, que se enoja si se llevan a su gato, entonces ya los límites establecidos y la empatía han creado mejores lazos. Nadie, a primera instancia, logra adivinar de dónde soy, y es que soy de mis tres ciudades, Bogotá, Caracas y Buenos Aires.
He venido a encontrarme con una parte de mí que estaba dormida, con un músculo llamado familia que no sabía ejercitar. Mi padre ha jugado un papel fundamental, el encuentro con él estuvo cargado de temor en un principio, es difícil reconocer a tu sangre cuando tantos años de ausencia estuvieron entre nosotros, el amor ha triunfado, nos vamos conociendo, descubriendo, me puedo ver en él y me alegra. He descubierto a dos seres humanos que me despiertan infinito afecto y empatía: mis hermanas. Puedo sentirme cerca de ellas y diluirme con facilidad, me hacen sentir cómoda. Y un gran tesoro son mis tías, verlas juntas que siguen jugando como niñas que se acompañan, cada una con su propia historia, brindándome la oportunidad de ser testigo de lo que es fraternidad. Voy acercándome a cada una de las personas que conforma mi núcleo paterno y me hace bien, me cura, me sana.
Con mi lado maternal las cosas han resultado más inesperadas, supongo que llegará el momento de poder habitarnos de una manera dulce, queda esperar. Son procesos, no sólo el mío, y es que a veces no basta con que una de las partes quiera querer, es necesario que sean dos, así que aunque me inquieta y me genera un poco de tristeza no poder compartir más con ellos, seré paciente y confiaré, confiaré, confiaré.
Ulisas, mi libro, avanza a un paso más lento del que yo quisiera, pero cada hijo tiene su tiempo, cada texto tiene un ritmo y Ulisas va bailando, paso a paso, dejándose ver y esperando su propio momento. Hoy cruzó el continente para desplegarse ante los ojos de un periodista que admiro mucho, será el primer lector masculino de la última versión, espero pronto poder avanzar porque sé que no solo yo lo espero con ansiedad. Por otro lado, con LACICLA, mi empresa, voy creando, tejiendo vínculos, sembrando relaciones que espero se sigan fortaleciendo. Quizás lo que me da más gusto es que mis clientes de Buenos Aires siguen apostando, en la distancia, y podemos fortalecer el lazo por WhatsApp y por Skype.
Sigo creciendo cada día y afortunadamente mi ansiedad “gastronómica” disminuye, así como los kilos de más. Ayer hice una comida para 10 miembros de mi familia, y fue hermoso, uno de esos momentos que uno podrá guardar y rememorar con alegría. Me siento amada, pero el amor no solo viene de mi presente, ahora me puedo dar cuenta que el amor que he recibido de las personas que me aceptan como soy, desde Caracas y desde Buenos Aires, me fortalecen y me hacen confiar para permitirme ser amada por quienes están acá. Estoy muy agradecida con cada persona que compone mi alma. Y busco la manera de permanecer cerca, constantemente, es muy importante para mí sentir que estoy aquí, cerca de ustedes.
Tal vez uno es como un árbol del que se desprenden ramas, y uno viene de raíces profundas, el camino que uno emprendió, que es la vida misma, es la sangre de tus ancestros, de tu herencia, me voy reconociendo en gestos, formas, costumbres de mis seres queridos, soy memoria de todos los seres que me habitan, aún cuando a muchos no pude conocerlos, y espero poder quedarme en sus memorias, de alguna manera, tal vez, eso sea trascender.
Quizás lo más nuevo es sentir que muchas veces me sentía sola. Muchas, muchísimas; la tristeza llegó a embargarme y me hacía sentir que estaba sola, muy sola, y de alguna forma lo estuve. Creo que en cierta forma la soledad es un lugar que habitaremos siempre en nuestras vidas, pero ahora la soledad no duele, hay algo dentro de mí que siente una profunda compañía, puede ser Dios, puede ser Caribe, puedo ser yo misma, puede ser entender que empiezo a entender que pertenezco, y no me refiero a una ciudad, sino que pertenezco, que le pertenezco a mi vida, que la debo honrar, que debo agradecer cada tramo de mi historia que me hace ser quien soy, con mis características, las que me gustan y las que trabajo para mejorar; entonces me descubro con una maravillosa seguridad brindada por las personas dispuestas a querer estar, abrazar, cuidar, y sé que antes no estuve tan consciente de ello, soy afortunada, además soy afortunada de darme cuenta que me he convertido en mi mejor amiga, que disfruto mi vida y que amo mi historia, la que me hace ser lo que soy.
Aquí voy, amando, queriendo, extrañando, viviendo y sobre todo aprendiendo, cada hora, cada día.