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Caribe, más que una mascota el amor.

Caribe, más que una mascota el amor.

Hace días que venía pensando en este posteo, tenía ganas de hacerlo, porque siento que mis entrañas lo piden a gritos. Caribe es el nombre que lleva el hermoso gato negro que me acompaña desde hace cinco años.

Aún puedo recordar exactamente el primer día que nos vimos, yo llegaba de la clínica, había pasado tres días hospitalizada por un grave cuadro clínico depresivo, llevaba seis meses viviendo en Buenos Aires, había atravesado una serie de crisis que me hicieron explotar en lo que casi fue una hecatombe.

Laura y Beto, mis vecinos tocaron la puerta de mi casa, Beto cargaba un gato negro pequeño en sus brazos. – Creemos que te haría bien tener compañía -, dijo Laura esbozando una sonrisa, en sus miradas había melancolía y un infinito amor por mí, ellos querían que yo estuviera bien, su amor compasivo se podía sentir profundamente, también su preocupación, y sus ganas de que yo estuviera bien.

-Yo no me sé ni cuidar yo misma – repuse – no tengo la capacidad de cuidar de otro ser vivo, muchas gracias pero no-. Laura insistió: – Andá Caro, sabés lo bien que te va a venir un animalito, además mirála es hermosa che, tratá negri, tratá -. Beto me miraba seriamente y apuntó a decir: – está en la puerta del edificio desde que vos te fuiste, es re mimosa, tratá unos días y sino le buscamos un hogar o se queda con nosotros -. Cabe destacar que para ese momento Laura y Beto tenían dos gatas: Chicha y Limonada y una perra divina llamada Maluca.

-Tres días, sino resulta se va – les dije. La bola de pelos negra pasó a mi pequeño monoambiente y se sentó en una silla que había frente a mi cama. Beto y Laura me dieron comida, arena y un par de detalles para su estadía. Tres días pensé.

Primer día mis ojos están irritados, la bola de pelos permanece bastante quieta en el sillón, me mira atentamente, se ve bastante asustadiza, se levanta para comer, hace unas cosas extrañas con sus patas.

Segundo día, la bola de pelos sigue bastante estática en el sillón, mis ojos siguen irritados, mi madre me ha dicho que no tome antialérgicos, que lo más probable es que sea una reacción primaria, pero que va a pasar, la bola de pelos va a su caja de arena y es excesivamente decente a la hora de hacer sus necesidades, me sorprende.

Día tres, definitivamente no hay química, la bola de pelos negra y yo no hemos podido sostener ni una conversación, en un rato le tocaré la puerta a mis vecinos y les diré que no fluye la relación que vean qué hacer. La bola de pelos se levanta del sillón, da un par de pasos, se sube a mi cama y se acuesta a mis pies, se siente calientita, se siente dulce, me enternece. Lloro, se me salen las lágrimas porque quizás es el primer gesto cercano en varios días, no he querido abrazar a nadie, no quiero estar muy cerca de otra persona y la bola de pelos después de dormir en mis pies un rato, camina por la cama y me lame las manos, su lengua áspera se siente extraña, es una sensación muy rara.

Día cuatro, le busco un nombre a la bola de pelos, voy a la veterinaria más cercana, por fin salgo de casa, le compro un plato rosa para la comida, uno lila para el agua, la caja de arena fucsia y un collar rosado con una campanita, le hago una cita para las primeras vacunas y un control, ya tiene nombre, se llama Mochima como un parque nacional, mejor dicho una playa hermosa en Venezuela.

Días después un gran amigo llega de Colombia a estar unos días en casa, Mochima y él se llevan bien, me río de los detalles que la gatita va mostrando, se come las plantas la regaño, los vecinos que me escuchan en el patio se ríen de mis conversaciones con la bola de pelos, y así vamos descubriendo un nuevo mundo.

Llega el día de la cita al veterinario, mi amigo ha ido al Tigre (una ciudad a 32 km de donde vivo en ese momento que es muy linda y mágica con  un río y pequeñas islas) de paseo, es su último día en Buenos Aires, mañana partirá a Colombia. Mochima y yo vamos al veterinario, vacunas check in, revisión general check in, la gatita está bien le digo al veterinario, la gatita? me dice, sí la gatita le digo, no disculpá, le agarra la cola a la bola de pelos negra y me dice, es un señor gato mirá las bolas que tiene, es bien gato che, olvidate nena es un macho, bien macho.

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Salgo caminando con la bola de pelos negra hacia la casa, la bola de pelos se deja cargar tranquilamente entre mis brazos, no le tiene miedo a nada, se relaja, maúlla un tanto pero no se altera, voy pensando, no es una gata es un gato, y ahora? yo pensaba que era una nena, cambia todo esta situación, no puede llamarse Mochima un gato, Mochima es nombre de jevita, qué va y ahora?

Aquel día fue gracioso, recuerdo que al salir de bañarme, la bola de pelo negro me miraba y me sentí intimidada, no me mires que ya se que eres niño le dije, me da vergüenza, pensé que estábamos entre chicas, me engañaste.

Ese día unos amigos estrenaban unos cortometrajes en el cine Gaumont, mi amigo y yo nos encontraríamos ahí. Mi amigo me llama por teléfono y me explica que está atrasado que entre y el llega a la función, le dejo el ticket en la entrada, me siento en la fila, varios de mis amigos, mayormente venezolanos, están ocupando la fila de adelante, los cortos aún no empiezan, se cruzan las conversaciones, mi amigo alcanza a llegar, entra a la sala, nos saludamos se sienta a mi lado y conversamos de su día, me pregunta cómo me fue a mí y cómo me fue en el veterinario:

– No sabes! – Le digo entusiasmada. Mochima no es niña es niño!!

Algunos de mis amigos, mayormente venezolanos, que están sentados en la fila de adelante se voltean y mi amigo y varios de ellos, se ríen y exclaman: – No puede ser! –

Mi amigo me dice: Y ahora? No se puede llamar Mochima.

No, le digo. Se llama Caribe.

Que buen nombre, dice alguien un poco más lejos. Todos nos reímos.

Y así Caribe asume su identidad, así Caribe es nombrado macho oriundo de San Cristóbal, Caribe el gato negro porteño.

A Caribe le gusta que le acaricien la panza, se tira sobre la superficie y se explaya abriendo las paticas, para que uno lo rasque como si fuera un perro. A Caribe le gusta salir en el canasto de la bicicleta, o al menos eso creo yo. A Caribe le encanta morder la punta de las hojas de papel y si es un libro de poesía le gusta aún más.

Caribe la única vez que me enamoré y me rompieron el corazón, dejó de dormir en el techo del placard y empezó a dormirse cerca de mi pecho. El gato se acomodaba con su lomo y se estiraba, alargando su cuerpo lo más que podía para cubrir el mayor espacio posible, recuerdo que yo sentía que me habían metido una garra entre el pecho y me habían sacado algo que me dejaba un hueco con el que respirar era difícil,  una sensación de vacío tan heavy metal que ni a la persona más horrible del mundo se la desearía y entonces Caribito se posaba frente a mí y yo siento que era para que el alma no se me escapara, el día que caí en cuenta de que ya no extrañaba a Coqui, que ya no me dolía su ausencia, fue una noche que me percaté que Caribe estaba durmiendo de nuevo arriba del placard en su trono donde miraba su reino.

Caribe tuvo una hermana, Shanti, pero Shanti era terrible, se robaba la carne, se intentaba saltar al patio de los vecinos, comía todo lo que encontraba a su paso, Shanti estuvo unas tres semanas junto a nosotros, una noche al llegar de la Ópera encontré a Caribe acostado en los pies de la cama solo, me llamó la atención porque siempre estaban juntos para arriba y para abajo, Shanti había estado un poco enferma ese día, la había llevado al veterinario le habían dado unas medicinas y una comida especial, Shanti era muy chiquitica, muy frágil, no supe qué le pasó, la encontré muerta en el patio de la casita, nuestros corazones se entristecieron.

Pensé que Caribe se sentiría solo pero pareció asumirlo de una manera tranquila, pudimos seguir con nuestras vidas, decidí que era mejor que fuera hijo único, desistí de adoptar más gatos.

A Caribe le da la hora del loco, a veces en la madrugada le provoca correr por toda la casa y saltar por todos lados, en la casa de San Cristóbal sabía abrir la puerta del patio, tomaba distancia para agarrar impulso corría y saltaba agarrando con sus patas el picaporte para bajarlo y así abría la puerta, alguna vez le compré catnipp que es como una marihuana de gatos, me reí con y de él, otra vez me fui de viaje a Uruguay por más de quince días y al regresar estaba furioso, unas horas después se restregaba contra las medias que traía puestas, supongo que limpiaba mis pasos, que reconocía por dónde había andado, las aventuras de Caribe las he ido contando por Facebook, la gente siente empatía, me dicen que lo aman sin haberlo conocido.

Caribe muestra la lengua cuando está muy feliz, yo creo que esa es su sonrisa.

Cuando imprimí la primera versión de Ulisas él se apoderó del manuscrito, se acostó sobre él y no quiso dejarlo hasta unas ocho horas después, supongo que fue el tiempo que tardó en revisarlo.

9

Un día, horrible, descubrió un ratón en la casa, pero Caribe, por favor Caribe es un gato naif, lo único que hizo fue dar aviso de la presencia del pequeño (horroroso) roedor, mi vecino lo sacó, la noche siguiente otro ratón apareció en el patio yo no pude dormir pero dejé a Caribe desvelado en el patio cuidándolo, a la mañana siguiente, después de llamar a un exterminador que me dijo que con el gato en casa no podían fumigar y darme un presupuesto elevadísimo que no podía pagar, opté por ser valiente y yo misma lo saqué, aquella noche apareció otro fucking roedor, aparecían a eso de las dos de la madrugada, cuando ya no podía pedir ayuda, esa noche de nuevo dejé a Caribe en el patio vigilándolo, sabía que al menos así no pasaría a donde yo dormía, a la mañana siguiente cuando me disponía a repetir la operación <sacar al maldito ratón> descubrí que ya no tenía un gato boludo en casa, no, Caribe había cazado por primera vez, lo había matado, mientras la noche transcurría mi valiente bola de pelos negra lo había vencido, nunca más aparecieron ratones, Caribe lo logró.

Caribe y yo nos mudamos a San Telmo y allí descubrió la ventana de la libertad, una pequeña ventana que daba a los techos de las casas de la cuadra de la calle Defensa y Estados Unidos, yo lo miraba desde la terraza correr como loco y feliz por todas las platabandas.

Ahí siguió con su manía, esa que tiene de hacer que conozca a los vecinos, el más particular fue Gonza el mendocino que vive al final del corredor en la casa de San Telmo.

Vos sos la dueña del gato negro? me dijo un día en el pasillo.

Sí por qué, inferí yo

Ahh tu gato es terrible, zarpado eh?

Te hizo algo? le pregunté aterrada

Ahhh nena no sabés… se mete en casa y al llegar está acostado en el sofá, pancho, tranquílisimo, en su casa él.

Así supe que a Caribe no le da pena nada, que le chupa un huevo que lo vean acostado en un lugar que no le pertenece, que ama explorar todo lo que está a su alcance, que puede comerse el mundo como le da la gana, y lo mejor de todo que cae con tal encanto que se gana el amor a donde vaya.

Caribe, caribito, pantera, panterito, murciegalo…Cari.

Caribe duerme profundo, ronronea en estéreo, suspira dormido, silba cuando esta más domido y relajado que nunca, a veces se tapa los ojos con las patitas, da masajes, si el chico con el que salgo le cae bien le olerá el cabello, si no le gusta no dormirá remotamente cerca de él pero se mantendrá vigilante. Caribe es un buen medidor de energía porque él si que sabe.

Yo como toda madre, creo que Caribe es especial, y es especial che.

3En Julio de éste año me senté unos días después de su cumpleaños y le consulté: Caribe que pensás de irnos a vivir a Colombia y luego de varios días de conversación accedió. Compramos los pasajes y en Septiembre emprendimos el viaje, se hizo mierda antes de subir en el avión, pobre, nunca lo vi tan hecho pedazos, llegamos a casa de su abuelo un par de días pero la sensibilidad del viaje y el poco atino de la nueva familia nos hizo buscar rápidamente nuestro propio espacio, nos fuimos a nuestra casa de Cedritos por tres meses en un alquiler temporario, al principio le dio alopecia, el cambio de comida, de ambiente, de todo,  el estrés… pero con los días se recuperó y ahí terminé de comprobar que Caribe, oh por Dios, Caribe despierta el amor.

Conocí a todos mis vecinos porque se metió en cada una de las casas del conjunto residencial, ocupó todas las camas, saltó de segundos pisos, exploró, salió a la calle, cazó, corrió, amó, se iba donde Daya, uno de sus amores, y se quedaba hasta a dormir noches enteras.

Por primera vez pude preparar una cena para toda mi familia, era la primera vez que podía brindarles algo tan profundo para mi como es el acto de cocinar, vinieron mis tías, mi padre, mis hermanas, mi familia completa estaba, cuál sería la gran sorpresa.

Los gatos cazan y te traen sus presas para demostrar que son capaces de brindar alimento en caso de ser necesario, es un gesto de agradecimiento, un premio, Caribe aquel día con toda la familia en casa por primera vez en nuestras vidas quiso demostrar su afecto y consideración y la noche anterior cazó un ratón.

Mis vecinos, Caribe y yo establecimos un vínculo muy bonito, agradecí los detalles de que lo cuidaran, lo mimaran y se emocionaran tanto como yo de sus travesuras, una noche mientras compartíamos una cena el padre de Daya que es un hombre alto y corpulento, con una voz gruesa y profunda me dijo con los ojos aguados: – Estoy enamorado de ese gato -Ahí entendí la sensibilidad gigante que podía producir la bola de pelos.

Hace una semana nos fuimos de ese espacio que habitamos con tanta dulzura, nos despidieron con emoción y sentimos un vacío muy grande. Nos subimos en el auto que nos traía al nuevo hogar, Caribe maúllo un rato largo, yo siento que lloraba, me decía y ahora a dónde vamos? Se calmó al rato y al llegar al departamento donde estamos ahora, no tardó más que unos minutos en caminar por la casa, observar todo con detenimiento y a la noche ya sabía bien cuál es nuestra cama y nuestro lugar.

Lo miro adaptarse con una facilidad extraordinaria, Caribe es como el agua, él si que sabe fluir, ser horizonte, playa, arena, él si que sabe enseñarme que no hay que preocuparse mucho por nada, que hay que dejar fluir, volver a curiosear, explorar, acostarse a dormir, explayarse, subirse a algún lugar y solo contemplar, mirar todo como va sucediendo sin necesidad de interactuar en todo, Caribe sabe agradecer y ser dulce, pide lo que necesita cuando lo necesita, se expresa con dulzura y tranquilidad, es independiente, lo más bonito que aprendo de Caribe, es que solo de verlo, recuerdo que por más pruebas que pasemos, la vida, siempre, siempre, vale la pena.

Gracias Caribito.

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Catadora de emociones | Escritora Estratega Digital en @LACICLA