CARTA PARA MI TÍA CIELO
Siento que quedó tanto por decir y ni hablar de todo lo que quedó pendiente por amar.
Hay mucho que quiero dejar en el papel porque sé que mi memoria y la construcción de mi relato, y espero que mi futuro, ahora que tengo una hija sea amplio y Dios me permita muchos años de vida y por lo tanto al menos cincuenta mil libros más de recuerdos junto a ella, por lo tanto y como sé que la memoria se diluye y los recuerdos se evaporan prefiero escribirte ahora, y guardar en una carta las instrucciones para subir a tu corazón cuando me cueste agradecer que aunque ya no estés, estarás conmigo siempre. Porque sí tía, nosotros le ponemos la mejor cara y tratamos de asumir tu partida con la mejor actitud, porque así somos los Sánchez, seguramente la abuela Elena tejió resiliencia en cada uno de nuestros corazones y ustedes, sus hijos se encargaron de regar esas semillas y a nosotros nos confiere la hermosa responsabilidad de hacer brotar ese espíritu en nuestros retoños, yo quiero que Eloísa un día sepa preparar esos huevitos poché por la mañana y un día le diga a alguien, esta era la receta de los desayunos de la tía Cielo, y que aunque no tenga conciencia de haberte conocido, te lleve en su alma porque tu tía Cielo, a mi me atravesaste de la manera más hermosa con tus enseñanzas. Nuestra relación comenzó a hacerse profunda ya de grandes, nos hicimos amigas, cuando yo empecé a viajar más y tu me dabas la bienvenida a tu hogar, vivimos por temporadas juntas, hasta aceptaste a Caribe mi gato por una temporada a pesar de tus alergias, y nos reímos y sufriste porque el descarado si encontraba una ventana abierta se iba de polizón a casa de los vecinos y volvía a altas horas de la madrugada.
Tía y ahora dónde está mi hogar en Bogotá? Suena tonto, lo sé y como me dijo Mafe y Andre, mis hermanas, hogar es lo que hay, pero yo no quiero otro, yo quiero el tuyo, y me doy el lujo de ponerme en este momento malcriada, aunque sepa que nada puede cambiar, me doy el permiso de decir que yo lo que. Quiero es a ti, quiero que te devuelvan, que se retrase todo y que te quedes por más tiempo, por más abrazos, por más todo.
Pero la vida es ésto, no temenos el control de nada, y solo somos dueños de nuestro momento presente, no sé si dueños ni siquiera, pero solo podemos hacer en el ahora, tal como hicimos en nuestros ahoras, que fueron muchos y los atesoro porque son los que me construyen, desde algo tan sencillo como que me hubieras enseñado a usar protector solar para cuidarme la piel, como ir al barrio Río Negro a comprar quesos porque nos encanta el queso y salía a mejor precio, y siempre que íbamos a comprarlos surgía el recuerdo de aquella vez que pellizcaste un queso y te mandaron de castigo a comerte todo el kilo y nos reíamos, escaparnos al teatro a ver alguna obra, irnos al siete de agosto a comprar mariscos y en especial esas jaibas que tu me preparabas, tía y es que ahora me doy cuenta plenamente que tu eras una consentidora, a todos nos consentías, tu sabïas lo que le gustaba a cada uno de nosotros, es como si tuvieras en tu disco duro guardado el cómo hacer feliz a cada uno de los miembros de tu familia y a los cercanos.
Tu amaste, tu serviste, sembraste, creaste un legado que seguiremos transmitiendo, nos enseñaste acerca del amor, de la bondad, del perdón, de salir adelante, de la honestidad, del trabajo con pasión, tu coro de los viernes, tus reuniones con tus amigas buscando un nuevo lugar para descubrir, tu vínculo sagrado con Angela, tu claridad sobre el amor, tu poderosa maternidad, tu servicio a la Fundación AMAS, tu amor por los pacientes, tu entrega, tu matrimonio ejemplar y los recuerdos de Jorge, su sonrisa, tu sonrisa, la sonrisa de mi primo Juan Camilo nos nutre, nos llena.
Tengo una palabra para ti: GRACIAS.
En mi cajita de recuerdos hay varias notas que me dejabas “muñequita en la never ate dejé sopa de tomate y un plato con trucha y ensalada para que comas”, “muñequita te lavé la blusa blanca para que no se te dañe lavándola con otros colores”, “muñequita acuérdate de llevarte los libros en la cartera”, “muñequita te confirmé la cita en la peluquería para mañana al mediodía”, y tu debes tene un montón de notas mías que casi todas dicen “tiita gracias”, “tiita gracias”, “tiita gracias, te amo”.
Hace dos años exactos estábamos en París, jugando como niñas, cruzando el Pont des Arts, jugando a encontrar Rayuelas, bajando escaleras, haciendo videos chistosos míos, comiendo delicioso, visitando museos, tu me mostraste París, me llevaste de la mano por tus lugares favoritos, que afortunada soy.
Tu y mi tía Nubia me enseñaron que uno puede ir vestido de tennis y camiseta pero un buen pañuelo siempre nos debe acompañar y nos hará ver regias, desde hace mucho no hay un día que no salga con un pañuelo atado a la cartera o en el cuello. Siempre ayudándome a escoger qué ponerme, para la gira de trabajo, para el bautizo de mi libro, para mis conferencias, y presentaciones, después me dabas tu feedback, cómo mejorar algo, cómo hablar, lo que estuvo muy bien, lo que puedo potencializar, siempre con tanto amor y sabiduría.
Y sobre los abrazos, puedo escribir un libro entero sobre tus abrazos, en la mañana al despertar, en la cama echando algún cuento, en la noche al regresar a la casa, los curativos, los amables, los de tristeza, los de poder, los de celebración, los de ternura, los necesarios, los bonus track, los tuyos todos tuyos, los mejores.
Nos cuidaste tanto, nos diste todo.
Como dijo mi papá ayer, te dejamos libre, vuela libre, en el cielo la abuela Elena seguro te recibió con un vestido que acaba de coser para ti, Jorge con un beso que esperó darte por una década, Gianco y Ana María con sus brazos abiertos, Augusto con su sonrisa amplia, y así en ese nuevo universo que ninguno de nosotros conocemos estarán ustedes, todos nuestros ángeles, hasta que nos volvamos a encontrar.